dilluns, 1 de febrer del 2010

Memorias del mayor Parramón (II)

Mucho te he hecho esperar, me temo, amigo mío. Pero lo prometido es deuda y aquí estoy yo otra vez; no para contarte todavía los extraños sucesos acaecidos durante los últimos meses, sinó para sosegarme haciendo lo que más me gusta: relatar alguna de mis más truculentas aventuras.

Siendo un hombre de acción, siempre he tenido predilección por todo aquello relacionado con el arte de guerrerar. Tanto es así, que a la tierna edad de cinco años ya tenía todo un regimiento de soldaditos de plomo, para deleite mío y desesperación de mi madre.

Recuerdo una calurosa mañana de verano en la finca de mi abuelo. Por mucho que mi madre me ragañara, yo siempre andaba por el suelo jugando con mis soldaditos de plomo. En esas estaba cuando Paulina, mi en-todo-perfecta hermana pequeña, salió disparada de su habitación y, sin dejarme tiempo para reaccionar, derribó todo mi regimiento acabando con la vida de la mayoría de mis soldados y rompiéndole, para desesperación mía, la pata al comandante Morgan.

Tal fué mi enfado que subí a mi habitación, heché todas mis pertenencias en mi macuto y me alisté en el ejército. Desde ése momento soy el mayor Parramón, un soldado del montón.